domingo, 24 de junio de 2012

Desde el otro lado (II)



Así como García Marquez no podía dejar de leer una y otra vez Bajo el Volcán, algo en ese libro lo hacía volver inevitablemente a sus páginas, algo en Sobre héroes y tumbas nos agarró de la misma manera desde la primera vez que la leímos hace ya treinta y cinco años.

No ha sido solamente una vuelta física al encuentro con el libro, sino también, y con un magnetismo arrebatador y escalofriante, una vuelta existencial, una búsqueda interminable por los más abruptos y aterradores túneles de la vida.

Al maestro le debemos en gran parte todos esos demonios, toda es legión de fantasmas que nos ha acompañado todo este tiempo, y que han hecho que nosotros estemos trincados irremisiblemente a la escritura.

Un abrazo.
Antonio.

sábado, 23 de junio de 2012

Con Sabato en la noche de brujas


Leí la gran novela de Sabato, por primera vez, cuando tenía la edad de su protagonista.

Hablo de Sobre héroes y tumbas, y hablo de 17 añitos. El cataclismo emocional que supuso para mí solo podría explicarlo el adolescente que fui entonces, el mismo adolescente que se aferraba a las cosas intangibles, que anhelaba toneladas de calor humano en el desolador vacío de patios de colegios y calles polvorientas.

He vuelto en incontables ocasiones a ese mundo inefable que subyace bajo el Buenos Aires de Sabato, ese mundo que presentía bajo mis pies en las calles de cualquier ciudad -porque hasta allí llegarían las últimas conexiones de los túneles poblados por las criaturas de la noche.

Volví una vez más a los abrazos desesperados de Martín y Alejandra cuando tenía la edad con la que Sabato escribió aquellas páginas terribles y maravillosas.

Y ahora, cuando empiezan a adivinarse a pocos metros de mi ventana las fogatas de San Juan, los murmullos de la noche de brujas, he vuelto otra vez a él, al explorador de los abismos, al Queronte del infierno de la escritura, a la voz de los adolescentes perdidos, anhelantes de eternidad, embriagados de esperanza aún en los tiempos más difíciles.

Para vos, maestro, el tango del mirador de Alejandra:



jueves, 21 de junio de 2012

Los electrocutados de Zooey


Dizze y Oidas eran dos planetas. Dos planetas que giraban uno alrededor del otro por un firmamento privado y secreto, como una pareja de vals en la glorieta de un parque abandonado por el futuro. La danza alrededor de un centro que se habían fijado en la infancia, la razón por la que vivían, la esperanza y el refugio que habían antepuesto ante cualquier contratiempo y tormenta.


La escucha de la frase del Sistema Solar era algo más que una investigación científica, era para ellos el sentido mismo de su existencia como planetas, era lo que justificaba que no hubieran tenido descendencia, ni satélites, ni otra vida en el interior de sus atmósferas.


En pocas páginas, el universo.

Los juegos intertextuales de Zooey son apasionantes. Es un pseudónimo salingeriano, es un personaje de sus propios libros, es un ser eléctrico y ecléctico al servicio de sus propósitos de comunicación.

Los electrocutados es un desafío, un enigma que se consume en sí mismo, que nos deja anhelando más, cuando se acaba la última de esas escasas 172 páginas de textos sin género, ni etiqueta, ni posible clasificación. La ficción se convierte en el meollo de microensayos teóricos que desbordan una fría locura sin contención.

Y todo esto sazonado de melancolía.